I07 Una TardeBajando del tren su mente hilaba como sería el encuentro. Habían tantas charlas de por medio, tantos cafés, ambos eran Dominantes, auque él con mucha experiencia y ella, creciendo como Maîtresse en ciernes y además con una historia tortuosa.

El camino hacia la finca que él le había detallado, se le estaba haciendo eterno, ¿Por qué tenía este hombre que vivir en un lugar tan apartado? Cuando accedió el taxi a la finca, comprendió porque.
Era una casa pequeña pero encantadora, cercana al mar y llena de árboles, pagó el taxi y sonrió, las cartas estaban echadas y ella se había reservado un as.
Como siempre, llevaba unas sandalias doradas de tacones que embellecían sus pies y armonizaban a la perfección con su vaporoso vestido azul.
Era una tarde de verano más calurosa de lo normal. Tocó a la puerta y una voz más que conocida por ella dijo: -Pasa, estoy atrás.- Se estremeció, ese hombre tenía algo que la descolocaba, la trataba como niña, incluso la llamaba así, pero siempre la había respetado como Dominante y eso la halagaba, porque no era común que un hombre como él permitiera tanta familiaridad y confianza a una mujer, Nació dominante, pensó, mientras caminaba nerviosa hacía la terraza.
Estaba ahí sentado observándola con ese aire gitano que le encantaba, era un hombre mediano, con el cabello algo largo, que le llevaba algunos años y mucha vida, él sonrió apenas verla entrar, mientras acariciaba su perro que lo acompañaba como estatua a un lado -Buenas tardes- dijo. Alba se acercó con paso firme y le sonrió. -¿Puedo sentarme?- Preguntó.
Él la miró de arriba a abajo; con esos extraños ojos que tenían vida propia; bajó la mirada y vio sus dedos que jugueteaban con unas monedas. -¿Tú, pidiendo permiso?-, ella levantó la mirada mientras se enfurruñaba ligeramente. -¡Eres mayor que yo, Drako! Lo hago por educación, soy una Domme educada-. dijo, dando un tono provocativo a su voz. Le respondió soltando una sonora carcajada, mientras decía -¿Quieres un café?-
Asintió apenas, aún impactada por ese halo de misterio y paz que la llenaba al verlo. Él tomó una campanilla de la hermosa mesilla de madera labrada haciendola sonar. Entró con el servicio una mujer hermosa, no llegaría a los treinta, menuda, y de cuerpo exquisito, traía un trajecito de látex rojo, emulando a una maid francesa.
Alba observó cada detalle, la perfección en su vestido, el cuidado con el que los servía y sobre todo, su delicada educación. -Tienes una propiedad preciosa- Comentó mientras sonreía sorbiendo un poco de café y mirándolo con malicia. -y no me refiero a la finca-.
Viendo que ya habían acabado el café, la sirvienta preguntó si necesitaban algo más, él negó con la cabeza y le hizo señas para que se sentase en el cojín satinando que tenía junto a él, “Unique” lo hizo y Alba pudo ver el nombre grabado en el collar que lucia y que ella mostraba orgullosa;, se recostó como una gata mimosa los pies de él.

En ese momento él cambió el semblante y poniéndose serio dijo, -Hablemos del tema que te trae aquí Alba-. -Te escuchó- respondió encediendo un cigarrillo, un sonido gutural logró asustarla y le oyó decir -Si fueras mía, no fumarias niña- dijo acercándose peligrosamente.
Inmutable, Alba sonrió, -aún no lo soy-. Él cruzó los brazos en silencio -¿Quieres caminar?-ofreció, tendiéndole la mano, ella la tomó y al empezar a andar no pudo evitar observar un cepo de madera y otros objetos, ahí, a plena vista. Como si le estuviese leyendo el pensamiento dijo: Si Alba, una mazmorra, no hay vecinos. Nadie oye quejas, gemidos, ni cosa alguna. Sabes? siempre he soñado con formar una manada. Unique ha sido preparada para ello, pero mi alma busca un equilibrio, un complemento para ambos y he pensado en ti. Sacó una cámara del bolsillo y encuadro displicentemente una garcilla cangrejera, Alba sabía de su afición y de sus múltiples trabajos de fotografía, -¿Pero por qué, Drako? Unique es todo lo que un dominante desearía- -no soy cualquier Dominante- asintió él, mientras aparecía un asomo de turbación en los ojos de ella.
Así es, la sierva calma mis demonios, me atiende, me complace y se entrega como nadie. Pero he recapacitado y veo la necesidad de alguien que nos entienda y quiera compartir vivencias y este amor que nos desborda. Alba frunció el ceño y le dijo: ¿Y ella sabe que no tendrá un Amo sino dos. ¿Qué no será solo tuya, sino también mía?-
Sonó una delicada vocecilla tras ella –permiso para hablar Amo?- ambos voltearon a verla, sin darse cuenta habían llegado a la playa, Unique se arrodilló frente a Alba y con la mirada baja, susurró: -Señora, el Amo ya me hablo de todo, me ha permitido participar de su larga búsqueda, alguien que comparta nuestra manada, y de las desilusiones que hasta ahora hemos cosechado. Si usted cree digna a Unique, sería un honor pertenecerle, complacerla; hacerla feliz sería mi felicidad completa-
Alba miro a Drako sin saber que decir, impresionada por esa entrega y esa fuerza interior que venía de la más joven y que provenía de las manos de él.
Y lo deseó, deseó ganar el alma de esa mujer, lograr su entrega. Ya no por amor a Drako, sino para ella misma. - ¿Aceptas, Alba?- Preguntó él mientras sus brazos la rodeaban, algo de eso le había comentado, pero era la primera vez que lo hablaban tan claramente y los tres, ella temblaba ante la idea, pero ese día de verano comprendió por fin que había encontrado su lugar en el mundo, y le besó la mano.
Una Maîtresse fuerte y orgullosa había encontrado a quien servir, no como esclava, sino como una guerrera a su lado. Notó como la pequeña le quitaba las sandalias y con devoción le besaba los pies.
No, esta no es una historia de sexo crudo, aunque sonrojaría a muchos lo que pasó esa tarde; la fusión de tres personalidades titánicas, cada una en su sitio. Sólo diré que mi piel fue marcada más que a fuego.
Después de dormir un rato abrazados, desperté y lo vi despierto, observándome, “¿En qué piensas?” Pregunté, él me miro como nadie me había visto jamás, me besó la frente y contestó: “Estoy pensando si vas a firmar el contrato o no.” Nos sonreímos, Unique dormía feliz a nuestros pies, solo atiné a susurrar: “¿dónde firmo?” Dándole un beso enorme, fue solo entonces cuando todo realmente comenzó.


Autora: Panther Bleu

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