Las calles del centro histórico se encontraban vacías, ya que los establecimientos y hogares con acceso a la transmisión de la final del mundial se encontraban repletos de espectadores ansiosos por conocer al nuevo campeón: Alemania o Argentina.
Había llegado el día en el que podía ponerle un rostro a esa voz que tanto me fascinaba, por fin la conocería, mi corazón latía tan rápido que podría salirse de mi pecho, era algo inevitable… Y así transcurrió toda la mañana.
Bajando del tren su mente hilaba como sería el encuentro. Habían tantas charlas de por medio, tantos cafés, ambos eran Dominantes, auque él con mucha experiencia y ella, creciendo como Maîtresse en ciernes y además con una historia tortuosa.
H caminaba cabizbajo por las calles de la ciudad, su semblante era de pocos amigos. Ojeroso con la boca ligeramente arqueada hacia abajo y el ceño fruncido. Aunque este hombre no era exactamente feo, su apariencia era terrible y lo peor es que él no se daba cuenta de que en el fondo estaba triste. Sin duda podría pasar desapercibido entre la multitud.
Escúchame bien. Hablarás sólo cuando te haga una pregunta. Si alguien más se acerca, responderás que no estás autorizada para hablar. ¿Entiendes? Asentí. Sus palabras me estremecían. Eres mi puta, me perteneces, tus orgasmos también, así que pedirás mi autorización para venirte. Nuevamente asentí confirmando que entendía sus órdenes. Ese gesto, también dirigido a mí, reafirmaba mi voluntad de someterme a sus más profundas fantasías.