Cherry se había arreglado como le había sido solicitado. Llevaba tiempo al lado de su Amo y esta vez sabía que era diferente. Tenía conocimiento de que iban a una reunión con varios amigos del medio, estarían unas conocidas de ella, pero sobre todo habría varios Dominantes, amigos de él.
Entre sus límites se había acordado desde un principio que ella no deseaba ser cedida y también había mencionado que, aunque no le gustaba el exhibicionismo, en algún momento, con más confianza y con las condiciones adecuadas, podría acceder... cosa que hasta el momento no había hecho.
Ahora podía pasar, lo sabía... lo único que tenía seguro era que él respetaría sus límites, que si estaba incómoda se detendría, pues el consenso era importante para su relación. Tenían tiempo juntos y se conocían bien a ese nivel, sin embargo, lo que haría más especial esta noche es que ella había tomado la decisión de comprometerse plenamente a partir de ahora. No es que antes todo esto fuera un juego para ella, sin embargo, esta vez estaba dispuesta sólo a dejarse llevar sin miedo, sin quejas, y soportar lo más posible sólo por él para verlo orgulloso. Un paso que sólo la confianza podría hacer posible, más aún ante el sinfín de posibilidades y los límites que podrían romperse esa noche.
Llegaron al lugar, un gran salón que pertenecía a uno de los amigos, una casa antigua, un tanto sobria, pero muy espaciosa y con los muebles acomodados para permitir el movimiento de la decena de asistentes al luga,r iluminado, con un tripié donde alguien comenzar a tejer con cuerdas alrededor de una chica. Había música en el lugar, sin embargo ella sólo podía escuchar su corazón, estaba lleno de nervios.
Se acercaron a una silla, se sentó, rompiendo la tensión un beso cálido de su amo en los labios la trajo de nuevo al aquí y al ahora. Platicaron un poco, tomaron unas sodas, y los asistentes comenzaban a deshinibirse en el lugar, jugando con látigos, floggers, palas...
Las manos de su Amo la guiaron a una un taburete donde levanto su falda ante la posible vista del resto de los invitados, y en vez de pena, sólo se dejó invadir por la sensación del calor de cada golpe que Su mano proporcionaba en su piel. El ritmo cambio y con él también sacó la tabla para enrojecer la piel de sus nalgas, mucho más que la de sus mejillas apenadas de que el resto de los asistentes observar esa lencería de encaje que El le había regalado.
Los dedos él pasaron por su entrepierna mientras ella solo cerraba los ojos... ese respiro en el que pasaba del intenso dolor al placer de saberse tocada y deseada por El... A la exitación de que sintiera su tibieza y humedad... pero sobre todo, a ese nuevo placer de saberse vista por conocidos, por rostros nuevos, mientras disfrutaban de ella... mientras ella disfrutaba del dolor.
Los golpes continuaron tan fuertes que habría comenzado a gritar ya, si no fuera porque sólo quería ceder ante El. Y justo antes de ser insoportable el dolor y de desear gritar y pedir que parara... justo antes de eso, todo calmó, dándole un respiro mientras El se retira un poco y camina a la mesa donde había colocado todo.
Le colocó un antifaz en sus ojos, mientras depositaba un beso sus labios y descubría sus pechos, tal vez a la vista de otros, pero esta vez a ella no le importaba más. Sus manos le indicaron que se recargara hacia atrás, exponiendo sus pechos desnudos, y entonces la sintió... esa sensación de calor derramándose en su piel, haciéndola gemir.
Intentando controlar su respiración mientras cada gota de cera caía en sus pechos, inconstante, deliciosos chorros de placer solidificándose en su piel... La puso de rodillas, con los brazos abiertos en cruz con las palmas hacia arriba. Le indicó que se mantuviera derecha mientras colocaba un libro en cada una de sus manos, sus brazos cansados, deseando liberar la carga, pero decidiendo continuar y disfrutar de las sensaciones.
El hormigueo qué recorría su cuerpo, el ardor en su piel, y la humedad de su sexo... mezcla perfecta de dolor y placer... Y luego, con golpes ligeros proporcionados por un flogger en su pecho, hacía desprender la cera. Ella comenzaba a sentir otro poco de ardor, su cuerpo se retorcía de placer, y de tanto en tanto, su amo corregía su postura.
Esto fue seguido de caricias que se deshacían del resto de la cera de su cuerp. Las manos que comienzan a retirar los libros uno a uno, y ese abrazo que desprendía el antifaz, dejando al descubierto el rostro de su Amo a un costado de su cara, mientras susurraba su oído: "Estuviste grandiosa mi pequeña."
Y sí, se sentía pequeña en ese momento a Su lado, pero plena y orgullosa al ver su rostro lleno de alegría.
Título: Fiesta sin límites
Autora: Ale Goudet