Maldito cacharro infernal; pense para mis adentros - deja de hacer ruido! grite tomandolo para silenciarlo...diablos! La pantalla mostraba el llamado de Él mi Dueño... había dormido mas de 12 horas; sin duda me habia afectado considerablemente la intensa actividad de mi ajetreada semana.
Bueno...conteste -intentando sonar lo menos somnolienta posible y tirando sin querer el libro de Anne Rice que había permanecido en mi pecho...
Vaya!... Dijeron del otro lado... la puta al fin contesta, y ademas ha olvidado sus buenos modales; no dio las buenas noches; no dio los buenos dias y ahora no da las buenas tardes...
_ ¿Qué necesidad tengo de estar soportando esto? - Entre cada uno de los azotes me lo pregunto, pensando pedir que se detenga.
_ ¡A chinga chinga chingao, pero si nadie me manda a aguantar esto! - lo pienso mientras trago cada gemido que choca contra el bocado en mi boca … Y entonces, flashback al siguiente azote en la espalda: Nosotros sentados en ese bar, afuera, en la banqueta, la única mesa ocupada en esos momentos, frente a la escultura de sirena amorfa y gorda y erótica y tan suculenta que indudablemente es uno de los mejores atractivos de ese lugar. Le pedí que nos viéramos, tenía años que quería hablar con El, que escuchara lo que estaba por declararle. Que supiera que tome la decisión de salir de mi capullo.
En la antigua ciudad de Tlaxcala la hermosa princesa Citlali, una joven en sus 18 años estatura media, piel suave y bonceada, pechos firmes y erguidos, cuerpo atletico debido a su entrenamiento cabello largo hasta la mitad de su espalda, grandes ojos negros, fuerte y valiente hija del tlatoani de Tlaxcala, entrenaba fuertemente como lider de su ejercito conformado principalmente por jovenes mujeres para enfrentarse con el ejercito de la noble e igualmente hermosa y Xochitl, una joven de su misma edad un poco mas alta y de similares cualidades fisicas, tlacochcalcatl(general) del pueblo mexica, ambas mujeres se conocuian desde niñas pasaron mucho tiempo juntas y se querian como hermanas pero al crecer Citlali entreno muy duro para tomar el lugar de su difunto hermano un general militar muerto en batalla contra el pueblo mexica, Xochitl siguio el mismo camino como noble hija de un militar su decision era continuar el legado de su familia, ambas llevaban siempre un amuleto que habian intercambiado, ambas habian hecho un consenso, siempre se apoyarian en momentos dificiles. El dia llego ambos ejercitos se efrentaron con fuerza las dos hermosas guerrerass se abrieron camino entre sus enemigos hasta que finalmente ambas se encontraban en el centro de la batalla una contra otra, ambas pelearon con gran destreza hasta que finalmente Citlali fue vencida por su ex-amiga, con su ejercito en retirada, desarmada y con solo golpes leves Xochitl tomo como prisionera a Citlali.
Apuré la copa de vino, estaba fresco, pero aún así seguía teniendo calor. Pasaba las paginas del libro, aunque mis ojos se deslizaban por ellas no era capaz de concentrarme. Era su libro, el que me regaló cuando nos conocimos y que nunca leí, el que me dedicó en tinta roja como la sangre y que quedó olvidado en un rincón de la habitación, “de mi mano irás en este mundo, tu mente, cuerpo y alma son míos mi sumisa bonita, m-i-o-s”.
Ese sentido de la propiedad lo tenía muy marcado, me sentía protegida por él, nada me pasaría, él estaría siempre ahí, cuidándome y alejando el miedo que pudiera tener.
Sonó el teléfono y me devolvió a la realidad, sabía quien era.
Caminas por esa angosta calle y recta, iluminada casi exclusivamente por la luz de la luna. El silencio sepulcral de la noche parece anticiparte eso que mereces, reconoces y quieres. Llevas tus pasos al ritmo del susurro de un grillo que a lo lejos se oye. Termina la calle y te detienes frente al edificio de ladrillos de cáñamo y cal, tal como te lo indicaron. Te acercas al pequeño portón de madera roída por el tiempo y tocas tres veces, pausadamente… así, tal como te lo indicaron.
Giras el picaporte. Entras. Cierras. Lo que ves es lo que esperas. Dejas tu bolsa en el piso y sin más, te quitas la gabardina que cubre tu figura perfecta. Desnuda, con tan sólo tus brazaletes desgastados de cuero negro en muñecas y tobillos quedas a su servicio. Veinte segundos inmóvil y un hombre con los dientes plateados aparece como una sombra que se mueve al unísono de tu suspiro contenido. Se acerca a ti sin titubear.