Era una tarde lluviosa en la ciudad, me encontraba encerrada en mi departamento sin poder salir, sólo veía por mi ventana como caían las gotas de lluvia y desde afuera entraba el olor a tierra mojada, eso me hizo recordar al olor que se respira en una mazmorra; me di la media vuelta y me dirigí a al sofá, di un sorbo a mi café que aún estaba caliente, tomé el libro Historia de O para continuar leyendo, me parecía fascinante la entrega, la lujuria y la sensualidad que se relataba en la historia, estaba tan sumergida en lo que estaba leyendo, que me empecé a excitar, sentí mi sexo mojado, mis mejillas calientes y mis labios doloridos debido a que los estaba mordiendo, estaba tan cachonda que decidí dejar la lectura y mejor masturbarme, toqué mis pechos, pellizque mis pezones y éstos reaccionaron al instante, deslicé mi mano por mi vientre para dirigir mis dedos a mi sexo húmedo y deseoso,
acaricié mis labios vaginales, sumergí mis dedos poco a poco en mi vagina, los metí y saque, estaban muy mojados, los llevé a mi boca para saborearme, y de nuevo bajé, esta vez no tuve reparo de mí, estaba ansiosa, metía y sacaba mis dedos con velocidad, sintiendo cada toque, mientras con la otra mano acariciaba mis pechos, mi cuello, mi vientre, de mi boca sólo salían gemidos; necesitaba más, llegar más a fondo de mí, era una perra en celo, así pasaron minutos, hasta que no soporté más y estallé, uno, dos, tres orgasmos, caí rendida y satisfecha.
Después de ese pequeño encuentro conmigo misma, fui a tomar una ducha, salí fresca y descansada, me sentía sexy, radiante, así que decidí vestir ese conjunto de lencería negro que había ganado en el concurso de Yoss Sibaris; eran cerca de las seis de la tarde, me dirigía a la cocina para preparar algo de cenar cuando escuché que llamaban a la puerta, fui a ver quién era y para mi sorpresa era mi Amo, lo saludé como de costumbre y al acercarme olí su perfume que tanto me enciende, me lanzó una mirada lasciva y de inmediato se encendieron todos mis sentidos; se sentó en el sofá y me hizo hincarme ante él, se tocó ese bulto entre sus piernas y no pude evitar lamerme los labios, me dijo con esa voz increíble que me iba a gozar esa noche, sería su perra en celo.
Platicamos un poco y a los pocos minutos me ordenó que fuera a la recámara y me desnudara, me quedé sentada al borde de la cama, esperando a que él llegara, paciente y ansiosa esperando su presencia; pasaron algunos minutos cuando él llegó, le ayudé a quitarse los zapatos, la camisa, el pantalón y los boxer, de inmediato me dijo que se la mamara, metí su verga a mi boca y saboreé su delicioso sabor, sentí como poco a poco se ponía duro, él me pellizcaba los pezones y me de vez en vez me agarraba el culo, me metía la verga hasta la garganta, sentía que me ahogaba pero eso me gustaba, extasiado me dijo que parara, me dio la vuelta y me azotó varias veces las nalgas, para después penetrarme por atrás, me cogía como una bestia, como un animal salvaje, como un león hambriento de hembra, él era mi macho salvaje, yo era su propiedad. Así pasó el tiempo, él me uso hasta la saciedad, yo estaba llena de él, me había alimentado por cada orificio.
Con la melena despeinada, las piernas temblorosas, el culo dolorido y los pechos punzantes, me dirigí a la cocina para seguir atendiéndolo, preparé unos emparedados y unas papas a la francesa, serví dos vasos con soda y los lleve hasta la mesita de centro que estaba en la sala, él veía la televisión, acomode las cosas, la cena estaba servida.
Autora: Diana