Me encuentro parada al pie de la enorme puerta del Castillo, me llamaron por teléfono para darle un servicio a Éste Señor; soy enfermera, así que lo cuidaré por esta noche. Nadie lo conoce, pero todos hablan de Él, sus empleados curiosamente son de la tercera edad, así que ha de ser de ése club. Es dueño de todas las tierras, dicen que es tan gruñón, y por eso le apodan "La Bestia".
He golpeado la puerta con la argolla gigante que está sostenida por las fauces de un león de hierro.
- Buenas noches, Señorita -abre la rechinante puerta un anciano con cara larga, seria.
- Bu-buenas noches, - tartamudeo-, vengo a dar un servicio.
- Pasa y cambiáte, en aquella habitación de la derecha.
Trastabilleo un poco, pues confieso que estoy algo nerviosa, pues no sé como vaya a concluir mi servicio, no conozco en persona a "La Bestia" pero que más me puede hacer o decir un ancianito -sonrío picarescamente...
Mientras pienso en todo esto, avanzo hasta llegar a la habitación; en la cama, hay un conjunto de lencería, muy fino, medias de seda, liguero, una tanga diminuta y un corset, ¡qué exigente! Me visto con todas esas prendas, pero aún no me traen el uniforme; yo no sé que tiene de malo el que llevaba puesto, pero en fin, así lo requiere el paciente.
Brrrr muero de frío, me acerco a la chimenea y me acaricio brazos con mis congeladas manos, intentando entrar en calor, cuando de pronto, escucho una voz detrás mío, gruesa, extremadamente varonil y familiar...
- Buenas noches Bella.
Doy un salto, no lo esperaba. Las piernas me tiemblan, si, como gelatinas, y mi sexo en automático empieza a espasmar, ¿qué me pasa? entro en un curioso estupor e intento taparme, pero es imposible así que bajo la mirada, y la fijo en el antiguo piso de mármol. Mi cabello hace juego con mi cara, roja de la vergüenza.
- Hola, soy Yoss, en unos momentos más, tu Dueño.
Miro su rostro, y me doy cuenta que es uno de los médicos de la clínica donde trabajo.
Yo no comprendo, permanezco en silencio, sólo bajo de nuevo la mirada. Él toma mis muñecas y las abrocha unas esposas viejas de cuero, por atrás.
- Esta noche es especial, pues será tu collarización, serás mi sumisa, habrá fiesta.- dice muy serio.
Ahora recuerdo que en una ocasión en la clinica me vió leyendo un libro, "Principios del BDSM", y sólo dijo sonriendo..."interesante". Desde ahí, durante dos meses platicamos sobre ése tema, según él, porque "quería aprender".
Él es un Dominante, y me ha de tomar como Suya, y yo deseo servirle!
Se ha retirado de la habitación, y una chica desnuda, con un collar de perro en el cuello, me toma del brazo y me lleva a un salón.
Inicia la collarizacion, hay como veinte personas, todos con máscaras muy raras, l@s Am@s, vestidos con elegantes trajes y l@s sumis@s sólo con collar.
-Tomo como Propiedad a Bella, y delante de todos la inciaré. -dice en voz alta.
Me hinco en un pedestal de madera antigua, con las piernas bien separadas..muero de la vergüenza, pero intento no pensar en ello.
Pone en mi cuello un collar de cuero color vino, con una argolla...sencillo, pero un poco incómodo. Me quita el corset, y atormenta mis pezones con unas pinzas japonesas, yo encojo los hombros por la sorpresa del dolor, mis ojos lagriman, Él sonríe y de un sólo jalón me arranca la tanga para pinzar tambien los labios de mi sexo.
Me pone de cuatro con el trasero mirando a la gente. Engancha las pinzas de los senos a una argolla en el piso del pedestal, yo no quiero moverme pues duele mucho.
De pronto siento cómo entra un objeto muy frio, grito, del dolor, a pesar de que fue lento...Todos aplauden.
- A partir de este momento, soy Tu Dueño, y pinzaré tu sexo y tus pezones, pues de ahora en adelante son míos y los castigaré cada que se me antoje....enjoyaré tu ano, pues es uno de mis orificios favoritos.
Sin dudarlo, clava dos dedos en mi vagina, masturbándome, hasta que me hace terminar.
-Amigos, ella ahora tiene una deuda eterna conmigo y esto - mostrando sus dedos con mi humedad- es lo que siempre me cobraré...su placer, ¡lámelo zorra!
Autora: Maria María Orozco