Todos los días la misma rutina espera, tazas de café, cigarrillos y fantasías reprimidas.
Al ser la más joven de cuatro santurronas hermanas, mi educación siempre fue estricta y rígida; mis padres eternamente fanáticos religiosos con su verborrea moralista que me aturdían tras cada regaño.
Y es que señores soy una fiera incontenible, mi precocidad es tan clara que desde muy pequeña fantaseaba con amigos imaginarios que me follaban sin tregua, manos acariciando cada rincón de mi piel expuesta y tibia. Transpiraba deseo, excitación, hormonas.
Una tarde por casualidad tras comprar el café de siempre me tope con Yoss un chico alto, fortachón, serio, pero intrigante, cargaba una maleta bastante grande la cual nunca se separaba de su lado, al cruzar las miradas sentí electricidad en toda la columna, y una ansiedad inexplicable; pareciera que mi cuerpo reaccionaba a su mirada, al vibrar de sus labios.
Sin saber como explicarlo me encontré en una habitación sola con él, su enorme maleta se abría ante mis ojos, cuerdas, esposas, látigos. Conforme mostraba sus instrumentos mi vientre ardía aún más. Sus manos corrieron por todo mi cuerpo y yo sólo me deje moldear, mi trasero en alto recibiendo cada azote, cada nalgada y fui libre. Fui ultrajada, sometida, y mis fantasías se volvieron realidad, Yoss me hizo suya y yo me entregue a él.
Sus dedos entraban en mi sin obstáculo, su pene crecía entre mis manos, las pinzas en mis pezones los acrecentaban, y yo sólo deseaba tenerle dentro. Con fuerza sujeto mi cabello y tiro de el, un gemido astillante salió de mis labios y su asta hinchada invadió de golpe en mi, los gemidos continuaron y una pinza en mi clitoris hizo que mi cuerpo entero estallará.
Monte sus piernas, deslice cada uno de mis dedos en su blanca piel, lamí su entrepierna como si fuese un dulce, y me deslice en todas sus comisuras, fui objeto, fui deseo entre sus labios, bebí de su boca y dormí entre sus brazos; contemple su majestuosa barba y morí entre ríos que escurrían entre mis piernas, mientras fugazmente entre sus labios escuche mi nombre... Matildaaa!!.
El aroma del café invadía mis sentidos, la sábana que cubría mi cuerpo estaba mojada... entonces abrí los ojos y desperté.
Autora: Raven Cerise Valentine