Pilar, día 23 de Diciembre, víspera de Navidad. Me levanté temprano Mis hijos Juana y Luciano de 4 y 5 años duermen en el piso de arriba.
Mi esposo Carlos, 25 años mayor que yo, padece un cáncer de próstata y toma medicación hormonal, que le impedía tener erecciones. No recuerdo, cuando me penetró la última vez, y me deseo se incrementa día a día….
En la soledad de la mañana, me masturbé. Me calmé, pero quedé insatisfecha. Preparé el desayuno, y los desperté.
Los niños, estaban muy ilusionados en ver a Papá Noel, que estaba en Alparamis, a 65 kilometros de nuestra residencia. Partieron eufóricos a las 10.
Aprovecharían en visitar a la abuela paterna, que vive en Buenos Aires, a unos 15 km de Alparamis. Carlos me besó la mejilla.
Pensé, que sería un buen momento para mí, para comprar los regalos del día siguiente. Subí al auto, estacionado en mi garaje, y no arrancó, por más que insistí.
Llamé al auxilio, y a los pocos minutos, apareció un joven apuesto, que me impactó de inmediato. Me ruboricé, y el, cándidamente, mirándome a los ojos, me preguntó cuál era el problema. Creo que temblé.
Luego de casi media horade trabajar en el motor, tiempo que aproveché para hacerme mis ratones, el auto arrancó. Sus manos negras, contrastaban con su piel clara. ¿Dónde me puedo lavar?, me preguntó con una amplia sonrisa.
No pude más y en contra de mi razón, sabiendo a lo que me exponía, le dije “pase a casa”. Mientras se lavaba, observe su torso y sus manos, que parecían acariciarse una a otra, durante el lavado. Me quede embobada, mirándolas.
Se acercó y oleó una hembra en celo. Se puso por detrás, y me abrazo. Sentí su miembro contra mi culo. Me excitó enormemente.
Pensé en Carlos y los niños, mientras me besaba apasionadamente el cuello. Era irresistible. Llevó mis manos, hacia atrás.
De repente, me vida atada, excitada en grado extremo y ahora indefensa.
Continuó lenta y apasionadamente su tarea. Me fue sacando mis prendas, una por una, con todo el tiempo del mundo.
Me acostó en mi cama matrimonial. Traté de resistirme, dije” Noooo, ,” pensando en Carlos, pero rápidamente su imagen se esfumo.
Me tiró boca arriba, y elevó mis dos brazos, que ató al espaldar de la cama.
Yo decía: “basta…basta!! por favor”, pero rápidamente me amordazó.
Solo la bombacha, ya muy mojada, me separaba de su cuerpo.
Muy lentamente, me sacó la bombacha, y se deleitó en mi concha. Se chupó todos mis jugos, y mi excitación llegó al máximo, con la explosión del primer orgasmo.
“Ahora sos mi puta y de nadie más”, me dijo.
Me puso un collar, me desató de la cama y me quito la mordaza. Me puso de rodillas, y puso frente a mi cara, una verga increíble. Larga y ancha. Quede paralizada.
La tome religiosamente entre mis manos, y comencé a chuparla recordando la comunión que recibiría en Navidad.
Luego de un largo rato, recibí en mi boca, el fluido sagrado. Senti que había comulgado. Ahora tenia un Dios verdadero, y había tragado sus fluidos.
Me levanto en sus brazos, y me posó boca abajo en mi cama. Cuanto placer junto, en un lugar, que últimamente solo me daba tristeza.
Me volvió a atar, las manos atrás. Lo sentí en mi culo. Su lengua lo buscaba.
Me puso de costado y me levanto una pierna. La concha y el culo, quedaros a su entera disposición. “Te la voy a meter por todos lados”, me dijo, y temblé, recordando su tamaño. Así, atada, de costado, comenzó a penetrarme la concha. El placer era indescriptible. Fue muy cuidadoso de entrada, pero en la medida que mi concha se distendía, y lo recibía con fervor, sus movimientos se hicieron más y más rápidos y violentos.
Nunca había cogido así, ni con mis dos novios, ni con Carlos. Esto es sexo, me dije.
Me parecía increíble, estar siendo penetrada por un macho cabrío, en mi lecho sagrado nupcial.
Al diablo, todas las normas. Esto es vivir, me dije.
Acabo de nacer a una nueva vida, así como nació Jesús.
Una coincidencia de fechas, una coincidencia de placer.
Esta es mi navidad. Nunca la celebré más religiosamente que en esta oportunidad.
Al diablo las convenciones.
Y así seguimos, orgasmo tras orgasmo. Se retiró a las 18. Estaba agotada.
La concha más húmeda que nunca, olía a macho. No me quería bañar, para no perder este estado de gracia.
Cuando arribaron los niños, estaban exhaustos, y yo también
Carlos me preguntó “como la pasaste”. “Hoy ocurrió un milagro sobre mi”, le respondí. ”Tuve un sueño, que representó el mejor regalo de navidad que nunca recibí.
Me hizo volver más creyente, porque ahora me convencí de que dios existe, y en prueba de ella, voy a comulgar todos los días, como si siempre fuera navidad
Por Coqui