Las fiestas decembrinas habían llegado y habíamos planeado pasar parte de la noche con unos amigos, en la casa. Los preparativos ocuparon mi día: la cena, los adornos de la casa y la mesa, pero estaba feliz de hacerlo. Como era Su costumbre, Él decidió la ropa que me pondría y la colocó en la cama para que me vistiera, un vestido corto de color negro, medias, liguero y un brassiere fué lo que encontré en la cama y me dispuse a vestirme.
Llegaron los invitados y entre risas y charlas la velada fue transcurriendo, cuando fui por las cosas de la cena a la cocina Él se acercó a ayudarme y me dijo al oído: ve al cuarto, en el tocador hay una caja, ábrela y ponte lo que tiene.
Me apresuré a cumplir sus órdenes, comenzaban los regalos. Tal como dijo encontré la caja, y al abrirla vi un plug con joya, busqué en el cajón un poco de lubricante y me lo coloqué, para dirigirme con el resto al comedor. Mientras caminaba sentía el duro plug dentro de mi ano y esto me mojaba. Al llegar a la mesa volteo a verlo y encuentro en su rostro una sonrisa cómplice que solo me ruborizó más de pensar que no estábamos solos.
Conforme avanzaba la noche se fueron retirando los invitados. Una vez que despedí a los últimos comecé a arreglar un poco la mesa, creía que todo había terminado ya, el plug causaba excitación en mí y pensaba retirarlo antes de irme a acostar sin imaginar que ello distaba mucho de los planes de Mi Señor:
- Estuvo muy rica la cena - susurró a mi oído colocándose detrás de mi, mientras acomodaba unas cosas en la mesa - pero aun no ha terminado la noche y el festejo recién comienza. ¿Cómo te has portado este año? - preguntó - ¿acaso mereces un regalo? - por respuesta solo pude susurrar un si.
Mi cuerpo se quedó inmóvil mientras Él jalaba mi cabello para besarme, no hacía falta nada mas que ese jalón para entender que en ese momento deseaba a la Sumisa para Su placer. Sus manos separaba mis piernas. Sus dedos comenzaron a hurgar entre mis piernas y me dijo:
- Buena chica, sin bragas como lo deseaba - dijo, mientras sus dedos pasaban de mi coño a mi culo - y aún traes la joya, es perfecto.
Tomó mi mano y me llevó a la sala para indicar que me sentara sobre el taburete. Tomó unas bufandas del perchero y las utilizó para atar mis manos y cubrir mis ojos. Me ayudó a acomodarme boca abajo, y dejó expuestas mis nalgas. Coloca en mi boca una servilleta de tela de las que había colocado en la mesa. Se retiró por unos momentos y regresó con una pequeña bala vibradora que colocó dentro de mi coño. Mientras acariciaba la humedad que ya existía entre mis labios y mis nalgas... Entonces comenzaron a sonar los primeros golpes, la palma de Su mano se estrellaba contra mis nalgas, para después acariciarlas un poco cuando comenzaban a enrojecer. Escuché el sonido de la hebilla de Su cinturón y comenzó a golpear con el mis nalgas.
Veinte golpes de intensidades variables se descargaron en mi piel, enrojeciéndola, calentándola, intercalandolos con caricias que calmaban momentáneamente el ardor, tan solo para volver a golpear otro poco con el cinturón. En los últimos golpes mis dientes rechinaba por el dolor y mis ojos se llenaban de lágrimas, mientras con las uñas rasguño el tapiz del taburete. El maquillaje se había corrido y distaba mucho de verme perfecta, pero estaba muy feliz.
Justo cuando creía que no soportaría mucho mas tiempo, se acerca a mi rostro y retira la servilleta de mi boca, toda húmeda y le escucho preguntar: "¿Te duele?"
- Si - le contesto. Y siento como se aleja. Regresa poco después y siento como caen unas gotas calientes en mis nalgas, seguramente cera que pertenecía a las velas que había dejado aun encendidas en el centro de la mesa. Gota a gota comienza a arder cada vez más mi piel sensible, haciéndome retorcer de ardor, de dolor y de placer.
La caída de cera se detiene pero la piel de mis nalgas duele al sentir Sus dientes mordiendo y marcando mi carne. Entonces se retira un poco dejándome ahí y regresa, dando paso a otra serie de golpes, está ves era algo más duro. Los golpes seguían enrojeciendo mis nalgas y por ratos sus manos las acariciaban dando un ligero alivio. El dolor aumentaba casi hasta ser insoportable de nuevo, y después de unos golpes rápidos se acerca y me pregunta:
- ¿Te duele? - a lo que yo respondo con una voz casi ahogada que si. Siento caer gotas de agua que calman el ardor en mi piel y después un frío hielo recorre mis nalgas haciendo que mi cuerpo se estremezca.
Desata mis manos y quita la venda de mis ojos, veo en la mesa de centro la vela que estaba en el comedor, un vaso de agua con hielos y una pala de madera de la cocina. Sus manos acarician mis rojas nalgas y se dirigen a mi culo para sacar cuidadosamente el plug provocando un suspiro ahogado en mi, y lo coloca en el piso. Sus manos vuelven a recorrer mi entrepierna, y al encontrar el cable de la bala vibradora comienza a jugar con el, sacando un poco y haciéndola retroceder, hasta que la retira entre gemidos y humedad de mi sexo. Me ayuda incorporarme y se recuesta en uno de los sofás de la sala, acercándose una cobija y con unas palmadas en el sofá me indica que me recueste a Su lado.
Saca de su bolsillo una pequeña caja y me pidió abrirla. En ella había una cadena de plata con un dije. Sonreí y lo besé feliz por su regalo, entonces me ayudó a colocarlo en mi cuello. Me besó y mientras nuestras bocas se funden como preludio a lo que los cuerpos harían, Sus manos se deslizan sobre mi piel erizando cada poro y humedeciendo más mi entrepierna. Ese definitivamente fue un gran comienzo de una intensa velada.
Por: Ale Goudet