Sonó el timbre de la puerta. Yo temblaba de la emoción, “los árboles de Navidad no tiemblan”, pensé. “Si tiemblas, la estrella sobre tu cabeza y las luces navideñas en tu cuerpo se caerán y arruinarás la velada”. Respiré hondo y me concentré en quedarme perfectamente quieta.
¡Ding- dong! El timbre sonó por segunda vez. Eric, mi Amo, y su amigo Alexandre, interrumpieron su plática.
–¿Qué esperas para abrir la puerta? No es cortés tener a los invitados esperando afuera en el frío–. Mi Señor Eric le dijo a Céline, esclava de Alexandre. Ella miró a su Amo, quien asintió con la cabeza para darle a entender que podía obedecer a Eric, pues él era el anfitrión de esta velada.
Céline, ataviada con un hermoso atuendo de sirvienta, cabizbaja murmuró “Lo siento, Señor”, rápidamente se puso en pie y atendió la puerta.
Dos personas entraron. Los conocía: eran Pierre, amigo de mi Amo, y su gatita Annette. Annette, graciosa como era, entró maullando suavemente y se acercó a mí. Frotó su rostro contra mis pies, marcándome como haría un gato de verdad. Miró desdeñosamente el cinturón de castidad que yo traía puesto. La expresión en sus ojos cambió al notar las brillantes luces navideñas, era evidente que quería jugar con los adornos que decoraban mi cuerpo por lo demás desnudo.
Pierre se quitó el abrigo y lo colocó en un perchero. Seguidamente ordenó a su mascota Annette dejarme en paz. Aunque aún con aire orgulloso, ella obedeció y se retiró a una esquina.
–Ya que estamos completos –mi Señor Eric comenzó a decir–, es un placer y un honor para mí recibirlos a ustedes dos, Alexandre, Pierre, mis más cercanos amigos, junto con sus esclavas, para esta cena de Navidad–. Annette siseó ligeramente en protesta a la palabra esclava. Los dominantes la ignoraron, pero yo estaba segura que más tarde pagaría por esa insolencia.
–Confío en que todo lo preparado por mí y mi Jocelyn será de su agrado. Y que esta velada, será una noche inolvidable para todos nosotros.
Alexandre se puso de pie, se acercó a su esclava Céline y le colocó un collar y unas esposas unidos por una cadena. Después le ordenó que preparara todo para el servicio y la cena. Ella obedeció sin titubear, era claro que su Amo la había entrenado bien y que estaba habituada al uso de instrumentos que restringían su movimiento. Pocos minutos después todo estaba dispuesto para la cena: la mantelería, la cristalería, el plaqué y la loza.
Los dominantes se sentaron a la mesa mientras Céline servía un vino blanco seco como aperitivo. La cena siguió, un plato tras otro, desde la entrada hasta finalizar con el postre, un bûche de Noël acompañado por un vino dulce de Sauternes.
El aroma de la comida me hizo volver a ser consciente de mi propia presencia. Mi estómago se revolvió de hambre. “Los dominantes por protocolo siempre comen primero. Además, esta noche eres un árbol de Navidad. Si tu comportamiento enorgullece a tu Amo, al final de la velada te habrás ganado el derecho a cenar”, pensé. Me obligué a mantener una concentración perfecta.
Al terminar de cenar, los dominantes se levantaron de la mesa. Alexandre felicitó a Céline por su excelente servicio, acarició su rostro con suavidad mientras ella se ruborizaba.
–Estoy muy orgulloso de ti y de la manera en que has aprovechado el entrenamiento que te he dado. No hay nadie más digna para portar Mi collar que tú.
–¡Muchas gracias, mi Amo! –Céline exclamó emocionada, mientras se ponía de rodillas y besaba los pies de Alexandre.
–Si gustas, mi buen amigo, puedes usar alguna de mis habitaciones para tener un momento más íntimo con tu esclava –ofreció mi Señor Eric.
–Muchas gracias Eric, creo que aceptaré tu amable oferta…
–¡Meeoooowwwww! –Annette maulló con fuerza para llamar la atención de los presentes.
–… Céline, sígueme –Alexandre ordenó a su esclava, sin prestar atención a la interrupción de Annette.
Una vez desaparecieron por una puerta, Pierre se dirigió a Annette:
–Es tu segunda falta esta noche, gata insolente. ¿Qué haremos para corregirte?
Annette alzó la cabeza, altanera.
–Si me lo permites, querido amigo –intervino mi Amo–, ya que estamos en mi casa, quisiera ser yo quien discipline a tu mascota.
–¿Cederte a Annette? –Pierre consideró la idea por un momento–. Me parece bien, siento curiosidad de ver cómo se comportará esta gata en manos de alguien que no es su Amo.
La expresión altanera de Annette de inmediato desapareció para ser remplazada por una de total desconcierto. Era evidente que una cesión era algo que no había visto venir. Vi mil emociones cruzar por su rostro: excitación, sorpresa, algo de miedo.
Mi Señor comenzó a disponer todos sus instrumentos para la sesión: flogger, vara, mordaza, esposas, velas, incluso un vibrador…
Annette sonrió al ver el vibrador. Mi Señor se dio cuenta y dijo:
–¿Crees que porque hay un vibrador, quiere decir que disfrutarás? Qué equivocada estás…
Ella le dirigió a su Amo una mirada de reproche.
–No me veas así, tú te lo has ganado con tus insolencias de esta noche.
–De pie, gata. Las manos atrás y dóblate hacia delante sobre la mesa –mi Señor ordenó. Colocó unas esposas en las muñecas de Annette.
–Voy a comenzar a azotarte. Quiero que cuentes. No tienes permitido meter las manos, si lo haces, volveré a empezar.
Mi Señor tardó un poco en empezar. Primero tomó el flogger, se colocó delante de Annette. Le dio a oler el flogger, éste tenía el característico olor del cuero con que estaba hecho. Mi Señor jugó un poco, primero moviendo el flogger, lanzando azotes al aire… azotó el flogger sobre la mesa y el ruido asustó a Annette, quien soltó un gritito.
–Se supone que grites y gimas hasta que empiece a azotarte, no antes.
Finalmente comenzaron los azotes. Uno, dos, tres, diez, veinte… Annette estaba concentrada al máximo para no perder la cuenta y decepcionar a su Amo. Al terminar la primera tanda, mi Señor le hizo una Señal a Pierre para que se acercara a tocar a su mascota. Él tocó su entrepierna y dijo:
–Vaya, Annette, estás bastante húmeda, ¿tanto te gusta que te azote alguien más?
Ella gimió al sentir las manos de su Amo. Él se retiró, dejándola con ganas de más caricias. Mi Señor se acercó y colocó una mordaza de bola en la boca de Annette, y cambió de instrumento: de flogger a vara. Continuó con la siguiente tanda de azotes. Ella gemía de placer y de dolor, y soltaba grititos ahogados. Mi Señor encendió una vela y la dejó sobre la mesa. Después de otros tantos varazos, le retiró la mordaza. Su Amo volvió a acercarse para revisarla y acariciarla un poco. Luego cambiaron la fórmula: cambiando de posición y alternando varazos con chorros de cera caliente. Ella de a poco comenzó a perderse en el subspace.
Yo estaba mojada sólo de presenciar aquella escena. Absolutamente todo lo que le hacían a Annette se me antojaba que mi Señor me lo hiciera a mí.
Cuando mi Señor se dio cuenta que Annette comenzaba a irse al subspace, bajó el ritmo de la sesión, para regresarla poco a poco a la realidad. Cuando ella estuvo un poco más consciente, mi Señor Eric le dijo:
–No tienes permitido irte al subspace, gatita, esto era una sesión de castigo, ¿recuerdas?
Mi Señor tomó el vibrador que había preparado para la sesión y comenzó a estimular a Annette. Justo cuando ella estaba cerca de alcanzar el orgasmo, él se detenía, y así estuvieron por un rato. “¡Denegación del orgasmo, qué cruel, y al mismo tiempo cómo quisiera ser yo quien está en el lugar de Annette!” pensé.
–Creo que ya la he castigado lo suficiente –dijo mi Señor–. Te regreso a tu gatita.
Annette le dirigió una mirada suplicante a su Amo.
Pierre se acercó, tomó el vibrador y siguió estimulando a Annette. Yo había perdido la cuenta de cuántas veces se le había negado el orgasmo, pero esta vez su Amo fue complaciente y le permitió llegar. Con eso dio por finalizada la sesión y comenzó a darle algunos cuidados y mimos posteriores.
Mi Señor Eric finalmente volteó a verme. No me había visto en toda la velada.
–Te ha gustado presenciar esta escena, ¿no es así, Jocelyn?
Seguí inmóvil. Me había dirigido la palabra pero aún no tenía permiso para moverme. Se acercó a mí y me acarició con suavidad el rostro.
–Ya puedes moverte, preciosa. Te has comportado esta noche de manera ejemplar. Te he ordenado que seas un árbol de navidad, un simple objeto de ornamento en esta cena que he ofrecido para mis amigos, y has sido el mejor árbol de navidad.
Me moví con lentitud. Mis músculos se encontraban entumecidos por las largas horas de estar en la misma posición. Mi Señor me cargó delicadamente, me llevó a un sillón donde me acomodó y masajeó mis extremidades hasta que volvieron a la normalidad.
–Jocelyn, has probado ser digna de llevar Mi collar. A partir de hoy ya no serás mi sumisa, sino mi esclava, y te llamarás Mélanie, esclava de Eric Desroses.
Lágrimas de emoción corrieron por mis ojos. ¡Su esclava! ¡Qué honor! Me quedé muda de la impresión, lo único que pude hacer fue asentir con la cabeza. Cuando reaccioné, bajé del sillón y besé los pies de mi Amo. Ahí me quedé, de rodillas, sintiéndome como la esclava más afortunada del mundo.
Alexandre y Céline salieron de la habitación donde habían estado, ambos se veían cansados pero extáticos. Después de una velada tan intensa, nuestros Amos nos recompensaron compartiéndonos de la misma comida que ellos habían cenado, en nuestros platos de perro y en el suelo. A Sus pies, nuestro lugar.
Por: Mélanie {DESROSES}