Cuando mencionaron que la posada de los empleados no sería en la oficina; todo imaginé menos un bar.
Las escarchas, renos, luces y todo lo relacionado a las fiestas decembrinas decoraban y hacían más llamativo el lugar. Realmente era una algarabía. Por lo que decidí unirme a mis compañeros de trabajo. Julián uno de mis amigos, me ofreció un tequila. De pronto algo agudizó mis sentidos, y el calor provocado por la bebida, se intensificó al grado de quemar mi piel, metafóricamente. Era una reacción habitual cuando estaba cerca de Damián. Mi piel se erizaba de principio a fin, y mi vulva se estremecía. No era guapo, pero tenía un "algo" que hacía brotar mi lujuria. A pesar de todo lo que se escuchaba de él; sentía una terrible atracción. No sé si tenía noción de lo que me provocaba. Pero, siempre me dirigía una sonrisa; dándome a entender que podía sentir mi coño humedecido y se complacía de lograrlo sin tocarme.
Se unió al grupo, e impuso su presencia. Justo esa seguridad que derrochaba, me cautivaba. Ese aire de odiar al mundo, era cebo atrapamoscas. No lo digo yo; la ciencia afirma, que las mujeres nos sentimos atraídas por los hombres toscos; de esos que ponen tu mundo de cabeza.
Damián acercó sus labios a mi oido y susurro...
- ¿Te diviertes?.-
- Ajá...- fue lo único que se me ocurrió, mientras mi lengua jugaba con un trozo de hielo.
- Ese hielo, iría mejor en tus labios...y no hablo de tu boca...- volvió a susurrar.
No sé si palidecí o adquirí el color tomate; pero segura estoy que por poco me atraganto. Situación que le provocó una carcajada. Todos nos miraron fijamente, y yo...solo pude dar un trago a la bebida que me ofrecieron, mientras maldecía por dentro. Me sentí como puberta estúpida.
Julián me tomó del brazo fuertemente, lo miré asombrada por esa reacción; discretamente nos alejamos del grupo.
- Eliza...no es hombre para ti, dijo pausadamente provocándome ternura, pues lo sentí un gesto paternal.
- Pero qué dices?!.- exclamé mientras reía. - Él jamás se fijaría en mí, no soy su tipo; es una fiesta ¡ por Dios Julián..!.-
- Eliza, ten cuidado, en la empresa se rumora que tiene gustos...bizarros.-
- Ok...ok... tendré cuidado.- dije para tranquilizarlo.
Me alejé rumbo a la barra, necesitaba otro trago. Comenzó a sonar Happy de Pharrell Williams, sentí una mano posarse en mi cadera, a punto de soltar una mala palabra...quedé muda al ver que era Damián, sus ojos color miel miraron fijamente mi escote, que mostraba mis redondos pechos.
- ¿Jugamos?.- preguntó seductoramente.
- Eeehh....?!.- respondí.
- Tengo ganas de jugar. Y pensé que quizas, tú podrías ayudarme. Pero si mál intérprete, te pido disculpas. Con permiso.-
Dio tres pasos; pero alcancé a poner la palma de mi mano en su abdomen.
- Espera...¿cómo jugar?.-cuestioné -
Regresó a la barra y pidió agua mineral; me miró fijamente y habló:
- Disfruto jugar dando órdenes, disfruto cuando la otra persona las realiza, y disfruto más, cuando después de conocerme se entregan a mí con total confianza. Prometo no hacer nada que te lastime o dañe; hay algunas acciones que implican dolor, pero créeme nada que no puedas tolerar, muy por el contrario, espero disfrutes.-
Lo miraba y escuchaba expectante; mientras mi cerebro procesaba sus palabras. Y una gran curiosidad se apoderó de mí. Y ¿por qué no? me dije. Después de todo si no me agrada podré parar, ¿o no?
- ¿Puedo parar el juego en cualquier momento?.- sin darme cuenta las palabras brotaron, fui conciente de ellas cuándo respondió.
- Sí, por supuesto, cuando lo decidas. Lo único que te pido es discreción. De nuestro "juego" solo tú y yo sabremos.-
- Bien, juguemos.- dije con determinación, mientras daba un sorbo a mi trago.
- Mi primera orden será que vayas al final de la barra y esperes a que llegue.- lo dijo aproximándose a mí, mientras dejaba caer un cubito de hielo entre mis tetas.
¡Que comience el juego! Dije para mis adentros, con una mirada coquetona, fija en la suya. Caminé hasta topar con la pared donde se acentaba la madera. Mientras esperaba a "mi compañero juguetón"; la duda de saber si había echo lo correcto me invadió por un instante, pero el trago que di a continuación, me recordó que mi racionabilidad estaba de vacaciones. Damián llegó y guiñándome un ojo, se inclinó al piso. Justo antes de bajar la vista para ver lo que realizaría, el jalón de mis bragas me hizo tambalear; unas leves palmaditas en mis tobillos, fueron señal de levantar un pie, seguido del otro. Con una sonrisa de mal nacido me enseñó el trozo de tela y dijo:
- Me gusta tener acceso total.- y me dio un beso fugaz.
Señalando mi bebida; dijo con autoridad: - Es la última. Me gusta que mis juguetes estén en sus cinco sentidos.-
- Mmmm...- murmuré - Y a mi beber, cuando puedo.-
- Mi juego, mis reglas. ¿Entendido?.-
A punto estuve de responder "Si Señor" pero a pesar de lo risible que me sonó ese "entendido", algo me lo impidió.
Lo vi mezclarse entre la multitud; di el último sorbo y pedí refresco de cola. Volví a acercarme al círculo de amigos que justo en ese momento, se disponían a bailar Sexy And I Know It de LMFAO; con un grado de incomodidad, pero a la vez de excitación por la falta de ropa interior, me uní a ellos en la pista de baile, ofreciendo mis mejores pasos. Sentí un bulto duro en mi culo. Con esa voz ronca ya conocida, volvieron a preguntar de nueva cuenta:
- ¿Te diviertes?.-
- Ajá.....- volví a responder.
Me apreté más a él, mientras mi mano se aferraba al palo que amenazaba con romper el pantalón. Me dejó deleitarme un poco. Pero casi enseguida se safó, guirandome de frente a él, me dijo: - No se toca sin autorización.-
Quedé pasmada. ¿No era un juego de placer? ¿Por qué no podía tocarlo? Pero como su juego, sus reglas... Me dirigí al baño. Entré. Mi juego con Damián, tal vez me haría la comidilla de la oficina, pero llevaba mi vida regida por lo que decían los otros; sin hasta el momento complacer a nadie, y mucho peor...sin ser feliz. Así que por esta ocasión, había decidido tener mi nochebuena. La puerta se abrió y las pocas mujeres se miraron entre sí antes de salir. Damián entró, puso el seguro, caminó hacía mí mientras decía:
- No debiste tocarme sin permiso, pero como no lo sabías, no seré severo. Sin embargo, no puedo dejar pasar por alto esta falta.-
Mi cara debió ser un poema...supongo. Se acercó con cautela y añadió. - Tranquila, no te haré mucho daño... no hoy.-
Me colocó frente al espejo, levantó mi falda y tocó mis nalgas, como sobandolas...de pronto una fuerte nalgada resonó en el baño, que ardió como chile en mi redondez. Yo grité o gemí, no sé. La sorpresa de ese acto y la reacción de mi piel, me desconcertó, hubo más nalgadas en secuencia. Veía la escena por el espejo, como expectadora ante el castigo de alguien más. Tras los fuertes azotes, algo dentro de mi cambió, comencé a llorar; pero no de dolor, sin podermelo explicar, lloré al darme cuenta que las había añorado sin conocerlas. Veinte nalgadas fueron mi castigo. Me explicó algunas reglas, posibles escenas o prácticas que podriamos llegar a experimentar de seguir con el juego; y por supuesto algunos castigos...
Mi mente trataba de procesar todo; las emociones, sensaciones, sentimientos....mis curiosidades...
Tocaron a la puerta y sin decir nada, solo con la mirada, preguntó si el juego continuaba... Mi gesto fue de aprobación. Retoqué mi maquillaje. Salí con el culo rojo y un rico picor.
Lo busqué con la mirada, hasta que di con él, platicaba con una chica mucho mas guapa que yo. Así que supuse que el juego había terminado. Caminé a la barra y pedí un trago. Una leve pero firme palmada me alertó.
- ¿No entendiste la última vez?.-
- Ssii...-titubie....señalando a la otra chica. - Pensé que el juego conmigo había terminado.-
- ¿Yo dije eso? ¿Dije se acabó?. Sus rasgos se endurecieron.
Le hizo una señal al cantinero, el cuál acudió con unas llaves. Me tomó de la mano y me llevó a la parte trasera del lugar. Abrió una especie de bodega.
- Este juego solo se acaba, si tú o yo lo externamos, pero así, con todas sus letras. ¿Quedó claro?.-
- Sí....- respondí nerviosa; estaba ansiosa, temerosa y...¿excitada?
Acercó una mesa y una silla al centro. Se sentó, con un gesto de la mano, señaló la mesa, pidiéndome recostarme en ella. Caminé hasta el lugar. Hubo un silencio bastante incómodo...
- No te conozco, ni tú a mí.- dijo. - No realmente; no conozco tus gustos, ni tú los mios. Pero algo si sé.-
Levantándose de la silla, caminó a mi y volvió a levantar mi falda.
- Tu culo me gusta, me prende. Tus pechos me provocan lamerlos, mordelos...-
Paseó sus dedos entre mi hendidura y continuó:
- Esta disponibilidad tuya, me pone la verga hinchada, justo eso es lo que busco; lo que me provocas e inspiras. Y eso no se logra con un buen cuerpo. Eso... es cuestión de química. Y creo eso, tiene tiempo dándose entre nosotros. ¿Me equivoco?.-
- No, no te equivocas.- Respondí. El paseo de sus dedos por mi sonrisa vertical, estaba haciendo efecto.
- Te propongo dejarte llevar, guiar, que te enseñe, te conozca, te pruebe; que me sabores y conozcas mi lado obscuro. Si después de conocer a mis demonios, no quieres seguir, me alejare de ti.-
Mis caderas se movieron profundizando la penetración. Pero para mi frustración, retiró sus dedos...
- Primero debes entender que como Dueño del juego, soy Dueño de tu placer; y este te lo daré, solo si yo lo considero conveniente.-
Tomó mis muñecas y las ato a mi espalda con algo que sentí como un cable. Con su pie separó mis piernas.
Su lengua recorrió desde la base de mi cráneo hasta mi vulva. Lamió y chupo, como si degustara un rico manjar. Me retorcí de placer y paró. Supliqué, aunque no estaba segura que suplicaba. Si el que no parara o me penetrara ya. Lo sentí detrás mio nuevamente, lamió mi mejilla y al llegar a mi boca, mordió fuertemente mi labio inferior...
Me sentía vulnerable, atada de manos, con el culo al aire y...nuevamente golpeada. Pero libre; libre de disfrutar, gritar, gemir... Era extraño como un castigo infantil, me liberaba.
Me levantó de los hombros y me ayudó a arrodillarme. El cierre de su pantalón estaba abajo, y me enfoqué en mirar el trozo de carne que se me ofrecía. Lo devoré hasta la base, a pesar de las arcadas producidas. Cortó mi felación. Me levantó y mordisqueo mis pezones. Desató mis manos, levantó mi trasero y lo puso sobre la mesa, abriendo mis piernas y entrando de un solo golpe. Grité al sentir el fierro escarbando en mis entrañas... Antes de lograr mi clímax, me giró sobre la mesa... - Aún no putita.- dijo jadeante. Quise ofenderme por lo que acababa de decirme, pero una nueva estocada de su verga en mi coño, me hizo olvidar el insulto. Comenzó a acariciar la entrada de mi ano con su pulgar, y a introducirlo suavemente.
La excitación era más fuerte que el temor y la vergüenza. Dedo y falo competían; uno entraba y otro salía....de pronto sentí un gran estallido en mi cabeza, y una gran inundación entre mis piernas, algo que jamás en mi puta vida había sentido. Me empujo al suelo, metiendo su verga en mi boca, un líquido caliente y viscoso descendió por mi garganta. Tragué y chupé. Cuando su miembro perdio tamaño y consistencia, volví a suplicar....
- Quiero seguir jugando.... Quiero complacerte...
Por: Amaranta de Fremont