Adrien decidió ese día hacerle frente a la chica que le gustaba. Ella le gustaba no solo para novia y compañera de batalla, sino para que fuera su gatita.
Ese día se había decidido, persiguió a Marinette por todos lados, sin contar que, siendo 24 de diciembre, seguramente la chica pasaría la navidad rodeada de personas. Aún así fue a su búsqueda.
Ella se encontraba atendiendo la panadería de la cual sus padres eran propietarios, estaba sola, ya que los señores Dupain habían ido a terminar de hacer las compras necesarias para la cena de Navidad. Ahí decidió atacar.
Era un día como cualquiera en su vida, iba por la calle con la mente volando y la entre pierna llena de humedad, oh esperen, ya me adelante…
Ella se llama Cindy, es joven, no tiene más de 28 años y es casada, llevaba aproximadamente 3 años casada y su esposo la seguía sorprendiendo día con día. Voy a presentarles a su esposo, él se llama Carlos y es una importante figura en el mundo de la ingeniería. El flechazo se dio en una fiesta de fin de año de la Universidad, había ciertamente una diferencia de edades muy marcada pero la madurez de ella lo había cautivado totalmente.
En el tiempo que llevaban juntos ella había demostrado ser una esposa fiel, leal y sumisa, el por su parte era un hombre bastante dominante lo cual hacia de su relación algo perfecto, pero no fue hasta 3 años después cuando ella descubrió el BDSM y vio que su relación podría ser aún más perfecta. Poco más de 1 año ella investigo de que iba todo aquello, pero no fue hasta que se sintió lista para responder toda pregunta que lo platico con su marido.
Sonó el timbre de la puerta. Yo temblaba de la emoción, “los árboles de Navidad no tiemblan”, pensé. “Si tiemblas, la estrella sobre tu cabeza y las luces navideñas en tu cuerpo se caerán y arruinarás la velada”. Respiré hondo y me concentré en quedarme perfectamente quieta.
¡Ding- dong! El timbre sonó por segunda vez. Eric, mi Amo, y su amigo Alexandre, interrumpieron su plática.
–¿Qué esperas para abrir la puerta? No es cortés tener a los invitados esperando afuera en el frío–. Mi Señor Eric le dijo a Céline, esclava de Alexandre. Ella miró a su Amo, quien asintió con la cabeza para darle a entender que podía obedecer a Eric, pues él era el anfitrión de esta velada.
Céline, ataviada con un hermoso atuendo de sirvienta, cabizbaja murmuró “Lo siento, Señor”, rápidamente se puso en pie y atendió la puerta.
Dos personas entraron. Los conocía: eran Pierre, amigo de mi Amo, y su gatita Annette. Annette, graciosa como era, entró maullando suavemente y se acercó a mí. Frotó su rostro contra mis pies, marcándome como haría un gato de verdad. Miró desdeñosamente el cinturón de castidad que yo traía puesto. La expresión en sus ojos cambió al notar las brillantes luces navideñas, era evidente que quería jugar con los adornos que decoraban mi cuerpo por lo demás desnudo.
Inicialmente sólo serían unos días y ya han pasado meses, decidí dejar mi anterior vida con todo lo que eso conllevaba, mi familia, amigos, a mi perro. Me ofrecieron una “buena” oferta de trabajo, dando capacitaciones en distintos centros, pero justo al llegar a la primera ciudad la campaña en la que estaba cerró y me reasignaron aquí a la espera de un puesto mejor, que estúpido al creerles la primera vez y que idiota por seguir haciéndolo, de no tener una personalidad tan dócil las cosas serían diferentes, pero no puedo con la confrontación. Ahora mi rutina consiste en ir a trabajar, atender mi departamento y estar en internet, casi siempre viendo porno, no me he podido adaptar aquí así que no he trabado ninguna amistad, lo que me queda es solo mi computadora.
Durante este tiempo he sido capaz de soportar por una persona, no sé su nombre en mi mente siempre la llamo “mi Diosa”, una gerente que no atino a descifrar su edad, alta, pelirroja y de piel clara, es tratada como toda una reina por los empleados, no he visto a nadie oponerse a ella, el único momento en que puedo disfrutar de su presencia es en el almuerzo, adoro cada segundo en el cual compartimos el mismo espacio, aún si es con otras 30 personas, por algún casual la escuché mencionar algo de un voluntariado para la víspera de navidad en el albergue de la ciudad, creía que ella se presentaría para ello por lo que decidí presentarme también.
Llego corriendo al taller de Santa, es tardísimo y esto es una completa locura, se nota que mañana es Navidad y todos andamos como poseídos. Nada más entrar veo a Santa que al fijarse en mí sonríe, él sabe que si llego tarde es por su culpa, ya que la noche fue muy movida, le encanta el morbo y a mí me hace ver copos de nieve tan solo con recordar nuestra última cita.
Al acercarme a mi mesa veo a la señora Claus, muy ladina al verme sonríe, a ella le encanta mirar los juegos de su marido y, de vez en cuando, participa haciendo que todos lo pasemos de lujo. Llego a mi puesto de trabajo y comienzo a empaquetar juguetes, ahí estaré las ocho horas de mi jornada laboral. Enfrascada en mi tarea pierdo la noción del tiempo, de repente escucho por el intercomunicador “Señorita Nieves, pase por la oficina”, mi cara es un poema, debo estar tan roja como la capa de Santa, Escuchar su voz tiene un efecto mágico sobre mí, mi entrepierna se humedece, sé lo que pasará….y me gusta.