Pero, ¿qué pasaría si nuestro flexible prototipo de pareja lo fuera tanto que sobrepasara las barreras del género y del sexo? ¿Estarías abierto a tener una relación con alguien sólo por lo valioso que pueda ser como persona? Si te atrajera sólo la particularidad de la gente sin importar su sexo... ¿Significa que eres un promiscuo o depravado? ¿Sería libertad o libertinaje? ¿Capricho o necesidad?
Este tipo de mitos son algunos de los cuales la gente “bi” tiene que enfrentar todos los días cuando se relaciona con una pareja distinta, insensibilizada.
¿Has conocido a alguien bisexual, increíblemente sexy, simpático (o simpática) inteligente, de quien podrías enamorarte, pero no te lo permites porque te da miedo?
Nos da miedo que nos ponga los cuernos con alguien del sexo contrario, por pensar que no podremos competir; que nos infecte de VIH/Sida, por que “son unos promiscuos”; que no le satisfagamos sexualmente, por que siempre le “hará falta el otro lado”; que termine su proceso de “definición sexual”, y que no opte por lo que nosotros le podemos ofrecer…
Todos esos mitos (y miedos) están fundados en nuestra desinformación, en nuestra tradicional concepción de la sexualidad basada en un sistema binario: sólo hay hombres y mujeres; blanco y negro; heteros y homos; bueno y malo.
La bisexualidad es la orientación sexual que más violencia sufre, ya que es doblemente invisibilizada y agredida.
Mucha gente piensa que no existe, que sólo es una manera de asumir una homosexualidad más Light, como saliendo del armario a medias; que es un proceso transitorio en el que estás creando tu identidad sexual, y necesitas tener experiencias sexuales con ambos sexos para después poder “deliberar y elegir” cuál es tu “favorito”.
Las personas bisexuales sufren el estigma de ambos sectores de la población: el lésbico-gay y el heterosexual.
Si nos consideramos partidarios de la Diversidad Sexual y de ejercer vidas sexuales con libertad, debemos entender que “la Sexualidad” es amplia, llena de matices, que pasa por todos colores del arco iris y dentro de cada color hay muchos tonos; que no podemos encajonarla, que puede llegar a ser compleja, y que toda, en el punto que sea que nos ubiquemos, se merece recibir el mismo respeto.
La bisexualidad es la tercera orientación sexual que nos muestra esta necesidad poli-cromática. Si ubicamos a las orientaciones sexuales en una paleta de colores.
Tendremos que acomodar a la heterosexualidad a la derecha, a la homosexualidad a la izquierda y a la bisexualidad en medio, abarcando un gran espacio con muchas tonalidades.
Con esto no me refiero a que la gente bisexual sea indefinida, sino lo contrario, la bisexualidad es una identidad sexual. Se conocen, se asumen y tiene perfectamente claro que se sienten atraídos por ambos sexos. El decir “ambos sexos”, no significa que les gusten las orgías, o necesariamente ir por la vida agarrados de una mano a un hombre y con la otra a una mujer.
Así como la gente con otras orientaciones, la mayoría de la gente bisexual tiene relaciones monógamas, es decir, que sólo se enamora y tiene sexo con una sola persona. A diferencia de las otras orientaciones, deciden quién será su pareja por los sentimientos que le produce estar con alguien que les mueve emocional o sexualmente, sin importar lo que tiene entre las piernas.
Hay muchos tipos de bisexualidades. No necesariamente por ubicarlos en medio de la paleta deben estar justo en el centro.
En el sentido estricto, todas las personas que se sienten atraídas sexo-afectivamente hacia gente de ambos sexos es bisexual, pero así como existen quienes se sienten atraídos de la misma manera y al mismo nivel hacia ambos sexos, hay otras que no tienen distribuida su energía sexual en partes iguales:
Existen “bi” que sólo tienen prácticas sexuales y no relaciones amorosas con gente de su mismo sexo, sino que prefieren relacionarse afectivamente con el sexo opuesto. Otros pueden enamorarse de gente de su mismo sexo, pero nunca llegan a tener prácticas sexuales; y hay otros más que tiene fantasías homo-eróticas pero nunca se atreven a pasar al acto, y mucho menos a relacionarse afectivamente con alguien del mismo sexo.
Ya que todas las personas estamos permeadas por estos referentes negativos de la bisexualidad, muchos, aunque puedan tener relaciones eróticas, afectivas, o erótico-afectivas con gente de cualquier sexo, pueden no sentirse identificados con ella.
La bisexualidad puede ser un don, ya que permite interesarte —preponderantemente— en la parte más sublime de la gente: su esencia.
Sí un día te sientes atraído por algún, o alguna “bi”, sugiero que venzas tus miedos y que te des la oportunidad de conocerlo de la misma manera que él te irá conociendo a ti, olvidando los prejuicios absurdos y preconcepciones retrógradas.
David M. Villa Martínes